La Alta Garrotxa, tierra áspera y de mal andar. Donde la naturaleza se esconde

Naturaleza

La Alta Garrotxa, tierra áspera y de mal andar. Donde la naturaleza se esconde

02 Nov
A pesar de la significación de este espacio como reserva de la biodiversidad natural del territorio, se debe considerar que durante mucho tiempo ha sido un territorio profundamente humanizado. El espacio, conformado por pequeños valles entre montañas de relativa altura, ha sido siempre un lugar singular y ampliamente poblado y transitado desde tiempos muy remotos. Podemos considerar que, en el momento de máxima ocupación a finales del siglo XVIII, llegaron a vivir más de 4.000 personas. La configuración general del espacio es profundamente abrupta, como su propio nombre indica (Garrotxa: tierra áspera, de mal andar).

Su especial conformación topográfica y la diversidad de paisajes determinó que el poblamiento fuera muy disperso y no contara con núcleos de población significativos, a excepción de Oix en la parte garrotxina del espacio, y Beget, en la parte del Ripollès. Hoy el espacio está repartido administrativamente en 11 municipios, el mayor de los cuales es Albanyà, con una extensión de 9.000 ha, sin dejar de ser significativos Camprodon (5.000 ha), Montagut, la Vall de Bianya o Sales de Llierca, que habían sido algunos de los más poblados hace ya casi 100 años, o Bassegoda, Beget, Oix, la Vall del Bac o Sant Salvador de Bianya, que hoy están anexionados a otros municipios de mayor dimensión y con una implantación significativa en la llanura.

La población residente, el rastros de la cual se pueden seguir hasta tiempos remotos (siglos XII, e incluso anteriores), se dedicaba a la agricultura de subsistencia, a la ganadería ya la explotación forestal, sobre todo en el carboneo aprovechando los extensos bosques de encina. Estaba organizada en masías y granjas alrededor de las numerosas ermitas que encontramos en el espacio, todas románicas y que se articulaban en parroquias, una organización del territorio tardomedieval previa a la división administrativa en municipios. Toda esta riqueza etnográfica fue perfectamente recogida y retratada por Ramon Sala y Josep Mª Melció (padre Mel) al libro Caminant per l’Alta Garrotxa, que seguro merecería una nueva edición. Sin embargo, hoy los pocos residentes que quedan son en general procedentes de tierras lejanas y tratan de integrarse en un espacio que requiere esfuerzo y perseverancia para poder vivir.

No podemos concebir la realidad actual de este espacio sin considerar la historia y las señales que su poblamiento han dejado en el territorio, profundamente ligados a la forma de vida que evolucionó durante la época moderna hacia una economía de total subsistencia que difícilmente podía garantizar la vida de una población extensa como había sido en otras épocas. La especial conformación morfológica del terreno ha hecho que las comunicaciones en el espacio no fueran fáciles, y eso obligaba a hacer desplazamientos a pie o con animales de carga, ya que en pocos lugares era posible el uso de carros y carretas. Esta situación ayudó a conformar el espacio durante mucho tiempo y fue transformando el paisaje hasta alcanzar la realidad que aún hoy podemos ver y nos resulta agradable: un espacio en mosaico con prados entre masas boscosas de diferentes especies, distribuidas en función de su altitud o la insolación.

De toda esta evolución, hoy encontramos restos evidentes en este territorio: las ermitas todavía en pie y restauradas por el esfuerzo de los Amics de la Alta Garrotxa o los Amics de Sant Aniol; los restos de algunos caseríos que ven pasar el tiempo, que acentúa el deterioro, y las de los campos y bancales que estos explotaban. Pero lo más significativo que podemos encontrar en el espacio son sus valores naturales, que se han conservado gracias a una manera de entender el patrimonio que fue propia en los momentos de máximo poblamiento y posteriormente a la disminución de la presión humana, junto con las capacidades de recuperación de los mismos ecosistemas.

Es singular la geología del espacio, que conforma un sistema cárstico que da lugar a un gran número de cuevas y cavidades que fueron utilizadas por los habitantes más primitivos del espacio y han sido lugar de importante hallazgos arqueológicos. Igualmente, esta geología da lugar a la especial relación que este tipo de paisaje tiene con el agua, que fácilmente se cuela por circular escondida de la vista y volver a aflorar en los lugares más inverosímiles, lo que hace que los ríos y arroyos jueguen al juego de escondite con los visitantes, con pozas y charcas de un azul intenso que poco después se transforman en tramos totalmente secos para volver a resurgir aguas abajo.

Pero es magnífico dar un vistazo, hoy, en el espacio desde cualquiera de los cimas elevadas y ver la inmensidad de este territorio, donde se suceden sin parar cumbres y más cumbres excavados por torrentes y torrentes que le confieren una magnificencia y singularidad, todo ello recubierto de unos colores que en la primavera incluyen toda la paleta de los verdes imaginables y que en otoño combinan el mantenimiento de un verde azulado de las encinas con las coloraciones amarillentas, rojizas y ocres de los caducifolios.

Levantar la vista en una parada en el camino y ver el majestuoso vuelo del águila real, o apreciar el vuelo del buitre que sin ningún esfuerzo va siguiendo las corrientes térmicas que parecen alejarlo para siempre del suelo son experiencias únicas.

Igualmente singular resulta la paz y la tranquilidad que se respira, difícilmente perturbada por sonidos humanos; el silencio en su sentido más natural es una de las principales características de este espacio, donde podemos maravillarnos con los cantos de las aves, el tintineo del agua o nuestro pisoteo de la hojarasca. Incluso, si estamos atentos y en silencio, podremos apreciar los movimientos abruptos y huidizos de los grandes mamíferos que pueblan este territorio: el jabalí o algunos cérvidos.

La grandeza del espacio, sin embargo, toma otra dimensión por la noche, durante la cual la poca contaminación lumínica permite apreciar el cielo nocturno con todo su lujo. La visión de este espectáculo en una noche sin luna deja una huella difícilmente olvidable en nuestro recuerdo.

La flora del espacio tiene descritas un total de más de 1.400 especies, un número muy significativo que demuestra la diversidad de ambientes y Ecotopia que podemos encontrar. Así, en este territorio encontramos recortes significativos de hábitats singulares: bosques que avanzan hacia su madurez, espacios fluviales con muy buen estado de conservación y riscos y canchales que permiten la vida de animales y plantas singulares. Con estas condiciones tan particulares no es de extrañar que encontramos algunas especies endémicas de plantas y animales o de otros que se pueden considerar en sus límites de distribución geográfica, tanto centroeuropeas como mediterráneas.

Todo ello hace de este espacio un lugar donde es agradable pasear y dejarse llevar por las emociones y sensaciones que el contacto con la naturaleza nos puede proporcionar. Esta aventura hoy resulta fácil y de poco riesgo gracias a las magníficas y precisas indicaciones de la red de senderos Itinerànnia que lo atraviesan.

La oferta turística para disfrutar de este espacio natural privilegiado es cada vez mayor: senderismo, excursiones, barranquismo, carreras de montaña y otras actividades se desarrollan de manera organizada. De todos modos, hay que tener siempre presente la fragilidad que tiene este territorio y las afectaciones que una excesiva masificación puede conllevar.